La Amazonía comprende la mayor extensión de ecosistemas de bosques tropicales en el mundo. Con aproximadamente 7,8 millones de km2, la región compartida por nueve países es reconocida por su enorme diversidad socioambiental, por regular el clima del planeta y por ser el sumidero de grandes cantidades de gases de efecto invernadero.
No es coincidencia que la Amazonía sea el bosque tropical y una de las reservas de carbono más importantes del planeta, pues el carbono es un elemento químico que hace parte de la composición de todos los seres vivos. Un árbol en pie puede estar compuesto en un 50% de carbono y la cantidad de carbono que tiene un bosque se puede medir a partir de cinco tipos de biomasa: la aérea (que se encuentra en el tronco, las ramas y frutos de los árboles), la subterránea (que está en las raíces), la del suelo, la de la hojarasca (las hojas que cubren el suelo) y la de los árboles que ya murieron pero siguen en pie.
No obstante, el aumento de presiones como la expansión agrícola, la construcción de carreteras y plantas hidroeléctricas, la extracción de madera, combustibles fósiles y metales preciosos, ha puesto en peligro la integridad de los ecosistemas amazónicos y la vida del planeta entero.
¿Por qué? Cuando se quema un bosque, las moléculas se liberan a la atmosfera en forma de dióxido de carbono, lo que, junto al metano, se convierte en un gas efecto invernadero que contribuye al calentamiento de la tierra. La manera de mantener estos niveles en rangos adecuados es que el carbono se quede atrapado en los organismos que más lo cargan en su composición, es decir, en los árboles y bosques protegidos por los pueblos indígenas amazónicos.
De hecho, un reciente estudio de la RAISG junto a la COICA y Woods Hole Research Center, confirma que las emisiones dentro de los Territorios Indígenas y las Áreas Naturales Protegidas siguen estando muy por debajo de los niveles, de las áreas que no se encuentran protegidas y en las que la tala forestal está aumentando en toda la región. Los Territorios Indígenas presentan la menor pérdida neta de carbono (solo 3%), mientras que el 90% de las emisiones netas proceden de territorios sin ninguna figura de conservación.
Para el caso colombiano, el estudio demuestra que para el año 2016 los Resguardos Indígenas y Áreas Protegidas almacenan el 53% del carbono contenido en los bosques, en contraste con áreas que no cuentan con ninguna figura de protección que solo concentran el 26% del stock de carbono.
La tendencia al debilitamiento de la protección del medio ambiente y el cambio en las prioridades de la agenda política configuran una amenaza. Es por eso que hay un llamado urgente a reconocer los derechos de los pueblos indígenas sobre estos territorios y sobre sus modelos de gobierno y uso de los bosques con el fin depara asegurar la permanencia de las culturas que allí habitan, la salud de los bosques amazónicos y, de esta manera, el bienestar del planeta.
FONTE: GAIA AMAZONAS